DMG

Introducción D.M.G.

La vida de una Hermandad no radica, como en otros tiempos pudo ocurrir, en las actividades propias y cercanas a la salida procesional.

La Hermandad es privilegio que una o varias personas conceden a una comunidad religiosa para hacerles partícipes de ciertas gracias y privilegios; es amistad íntima, unión de voluntades que, durante todo el año se congregan en torno a la devoción de unas Imágenes, y cuya vida se basa en tres pilares fundamentales:

  1. Convivencia entre los hermanos que la componen.
  2. Formación cristiana, ahondando en nuestra fe y haciéndola llegar a todos los hermanos.
  3. Caridad con nuestro prójimo.

La actividad de la Hermandad debe desarrollarse, principalmente en su Sede Canónica, en la Parroquia en la que canónicamente está erigida. No puede ser un núcleo aislado, sino abierto a sus hermanos y a la parroquia.

 

            La Hermandad se convierte en Cofradía cuando realiza un acto público de fe, es decir, cuando sale en procesión.


 

            Es obvio que el teatro surge como una prolongación de los misterios religiosos que se escenificaban en los atrios de los templos. Sin embargo, el respeto al misterio explica la sustitución de la escenificación personal por la figuración escultórica en los cortejos procesionales. Cualquier desfile procesional responde, sin más, al deseo humano de exteriorizar la fe y el culto con la dignidad y grandeza que merece. La procesión recuerda siempre al pueblo de Dios en marcha hacia la tierra de promisión y refleja también la conducta nómada del hombre sobre la tierra. Toda procesión despierta, por si misma, un gran interés popular, porque en ella desfila, simbólicamente la sociedad misma.

            En sus filas están representados todos y cada uno de los estamentos e instituciones sociales; religiosas, políticas judiciales etc...

            Ahora bien, este carácter popular de la misma nos puede hacer pensar en el carácter social, festivo y cultural de ella. Cosa incierta, debemos tener presente que la procesión es sólo y únicamente un acto religioso de la proclamación y divulgación de nuestra fe.

            Las procesiones de Semana Santa surgen a raíz del Concilio de Trento. Concilio que, junto con las definiciones dogmáticas de la gracia y los sacramentos, cuidó de forma especial el tema de la evangelización y subrayó el valor pedagógico de la imagen sagrada. Las imágenes procesionan para proclamar y difundir la fe. El sufrimiento de Cristo y el dolor de María, representados escultóricamente, constituyen la mejor lección plástica de la teología del pecado y de la gracia, de la Redención obrada por el Mesías doliente y el amor misericordioso de la Madre compasiva.

            Hoy en el nuevo milenio, la Iglesia nos demanda una nueva Evangelización y, por ello, el papel de nuestras Hermandades y Cofradías está tan vigente ayer como hoy.

La Cofradía está hecha para desfilar en la calle.

            SALE DEL TEMPLO

Está concebida para caminar, Iglesia itinerante, para andar, para ser vista y contemplada.

La catequesis de la Imagen, del paso, se hace con la exteriorización y demostración al pueblo que, formando parte de ella, se hace dueño y protagonista de todas las motivaciones.

“la calle es nuestra”

            El ascua de oro o plata de un paso de Cristo, la filigrana acabada de un paso de Palio, dispuestos para su salida procesional, esperan impacientes que se cumpla le evangélica frase de:

<<cuando sea elevado atraeré hacia mí todas las miradas>>

            El paso es un trozo de altar arrancado de la Iglesia, el evangelio que no cabe en los templos y se desborda a la calle.

            Cuando momentos antes de la salida todo está preparado, hasta el último detalle, es porque manos anónimas han sacrificado horas, descanso, trabajo para que todo esté a punto.

            Se han colocado las insignias en un altar, se han confeccionado las listas de hermanos, según antigüedad; se han organizado los tramos de los cofrades, y el Hermano Mayor o el Director Espiritual han dirigido unas palabras de recomendación. La mayoría de las Cofradías han celebrado antes de la salida una misa de comunión para que la procesión se haga en Gracia de Dios.

Nuestra Procesión comienza con la celebración de la Cena del Señor a la que todos estamos invitados a participar.

            Caras de personas que puntualmente, año tras año, quizás durante una vida entera, acuden a la cita de su Cofradía. Algún hermano de avanzada edad en traje de calle asiste a la salida sin vestir el traje de nazareno. Sus ojos, nublados por las lágrimas, denotan el fracaso de su impotencia, pero sus sentimientos están ahí, a flor de piel, sus labios rezan a las imágenes de su devoción una oración, corta y tajante ;

<<hágase tu voluntad>>

y un;

<<hasta el año que viene si Tú lo quieres>>.

            Algunas faltas, pues siempre hay ausencias que nos lastiman, que nos duelen y nos hieren.

            Y a la voz del Hermano Mayor, el diputado mayor de Gobierno ordena abrir la puerta:

            La penumbra y oscuridad del templo contrasta con la luz de fuera.

            Cruz Guía acompañada por dos faroles se recortan en el dintel de la puerta y, junto a ella, el diputado de hora, hermano encargado de que el horario prefijado se cumpla con escrúpulo.

            A continuación el primer tramo de nazarenos va saliendo despacio, rítmicos, sin prisa, todo pausado y calculado.

            Senatus Populusque Romanus debe ser el segundo tramo del paso de Cristo escoltado por dos o cuatro varas.

            Gallardete Centenario, Gallardete Cristo serán los siguientes tramos, antes de llegar a la ante-presidencia y presidencia del paso de Cristo.

            La ante-presidencia del paso de Cristo debe estar formada por tres o cinco hermanos. En el centro de la misma debe ir el Secretario portando en su mano derecha el libro de Estatutos.

            La Presidencia estará formada por cinco miembros, entre los cuales estará el Hermano Mayor o el Vice-Hermano Mayor.

            Algunas Hermandades tienen reglamentado en sus Estatutos dónde debe ir el Hermano Mayor y el Vice Hermano Mayor que encabezan las dos presidencias. Así en la Semana Santa Hispalense el Hermano Mayor va en la Presidencia del Palio y el Vice-hermano Mayor, en el Cristo, mientras que en la Semana Santa de Jerez el Hermano Mayor va en la Presidencia del Titular que dio origen a la Hermandad.

            Como cosa curiosa, en la Semana Santa de Jerez se invita a Presidir el paso de Cristo al sacerdote que ha predicado los cultos ese año y, en su defecto, a alguno que, por circunstancias, esté ligado a la Hermandad.

            El Diputado Mayor, responsable de la Cofradía en la calle, lleva en su mente el sincronismo de la hora, para que la Cofradía esté en el momento preciso en el sitio justo y acude a los controles horarios del itinerario oficial. Recorre, una y cien veces la Cofradía para cerciorarse que todo va desarrollándose con normalidad.

            Los Celadores, en su tramo cuidan que los nazarenos a su cargo, vayan ordenadamente, mantengan los cirios encendidos y estén atentos a cualquier incidencia o contratiempo.

Los Ciriales: parece que en un principio acompañaban a las insignias y, sobre todo, a la cruz. Hoy en día son la antesala del paso que ya está próximo. Incensarios y navetas están destinados a rodear la Procesión de olores agradables y crear el clima emocional y estético que se dirige a los sentidos. Pero también tienen un carácter simbólico de ofrenda a la Divinidad, relacionado con las ofrendas de la Epifanía.

El paso ya está en la puerta. Si emocionante es la salida del paso de Cristo, la del paso de Palio infunde a los espectadores una angustia singular. El ajuste arquitectónico es una rememoración de la dificultad y milagro del parto y alumbramiento.

Los pasos son llevados por costaleros, en su mayoría hermanos de la hermandad.

El cortejo del palio, lo abre la Cruz Parroquial, escoltada por dos ciriales, para hacernos recordar que María es Madre de la Iglesia.

Hermanos nazarenos y mujeres ataviadas con la mantilla española formarán los distintos tramos del paso de Palio: Gallardete de la Virgen, Simpecado y por último el guión de la Hermandad, última insignia del cortejo que conforma la ante-presidencia y presidencia de la Hermandad.

Ciriales, cuerpo de acólitos y el Palio que es altar, carroza y trono. Es un atributo del culto de latría, debido sólo a la Divinidad. Bajo Palio desfila el Santísimo Sacramento en la Procesión del Corpus y aplicarlo a la Imagen de María es realzar a la Madre a su categoría de santuario de Dios, templo y sagrario de la Santísima Trinidad.

Como decía D. Antonio Hermosilla Molina en su pregón de la Semana Santa de la ciudad de Sevilla “ Pasará la Cofradía por el balcón del hermano, de la familia vinculada a la Hermandad, por la casa de la camarera, por la habitación del enfermo, que en el lecho, sin verlo, pero presintiéndolo, inundará las paredes el fulgor de la luz de la candelería; pasará también por el balcón del indiferente, del que no tuvo la suerte aún de la llamada de lo divino, porque balcón y corazón cerrado, un día se abrirán de par en par ya que el cristal es trasparente y podrá ver con claridad lo que ahora entiende difícil y brumoso”.

Pasarán la Cofradías ante conventos en su recorrer obligado o pretendido.

Convento de San Antonio, hermanas dedicadas a atender y socorrer a los enfermos, madrinas de Nuestra Madre María Santísima de las Siete Palabras.

El paso se ha parado delante de ellas. Se ha hecho un silencio plástico y rotundo, palpable, a su alrededor. Cuando el paso del Cristo o de la Virgen, cara a cara con ellas, parece que el instante se va a eternizar para siempre y el tiempo ha perdido su compás.

Sus voces rompen la luz de la tarde o el inicio de la madrugada con cánticos que nos delatan la presencia real de Dios o de la Virgen.

Y detalle tras detalle, en las horas compactas de la penitencia por las calles, surgen a cada momento pruebas de testimonio y de fe.

Itinerario oficial: allí acuden las cofradías puntualmente al control de horarios donde miembros de la Agrupación levantan acta de la hora de llegada y salida, y de vuelta a casa pero,

¡Esto algún día cambiará!

Algún día la Cofradía plantará la Cruz Guía en las jambas de la puerta del Perdón de la Catedral. Todo cambiará, la Cofradía dejará la música en la calle, todo se ensombrecerá, las imágenes se elevarán a la par que las altas pilastras y los brazos del Crucificado llenarán plenamente los altos espacios. No habrá más sonidos que los del apoyo de las varas e insignias en los mármoles blancos y negros del suelo. La esparteña costalera en su rachear nos estremecerá.

La Virgen, su cara, sus manos se transformarán en un traspaso de dolor que se acentúa; el resplandor de la candelería enardecerá su luz avivando el fuego centuplicado de los pabilos.

A la entrada de la Catedral, después de que el Diputado Mayor haya solicitado la venia para pasar, el Hermano Mayor ofrecerá la vara dorada al canónigo de turno y éste, cortésmente, acompañará así a la Cofradía hasta la salida.

Y cuando el último zanco del paso de palio esté de nuevo en la puerta, habremos realizado nuestra Estación de Penitencia...

Las Cofradías del Jueves, Madrugada y Viernes adorarán al Santísimo, durante su Estación a la Catedral.

Cuando esto ocurra, todo cambiará y en nuestra salida, iremos por el itinerario más corto a la Catedral, y volveremos una vez cumplido con nuestro deber a nuestro Templo.

La procesión es fugaz, como fugaz es todo lo humano. Al recogerse finaliza siempre una experiencia religiosa. Cuando las puertas del templo se cierran a los acordes de la marcha real, tras el palio, se despide a la Virgen con nostalgia y así inadvertidamente, las calles que, durante unas horas, fueron vía y escena sacra, vuelven a recobrar su profanidad.

 

El sobrio paso de Cristo, sumido en una dulce penumbra, es la Imagen del dolor mismo, de la humillación y de la muerte, en cambio el paso de Virgen, resplandeciente de luz, es reflejo de la esperanza y de la Resurrección.

 

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