General & Escudo Antiguo

HERÁLDICA Y EMBLEMAS DE LAS COFRADÍAS DE LA SEMANA SANTA DE JAÉN.

Andrés Nicás Moreno.
Doctor en Historia.

Introducción.

La Semana Santa de Jaén tiene sus orígenes bien entrado el siglo XVI, como una manifestación cofradiera del culto en las calles y plazas de la Ciudad. No se puede generalizar este fenómeno religioso como algo cronológicamente anterior, aunque  la Pasión se celebrara desde la conquista de Jaén por Fernando III en 1246 en el interior de los templos, pero limitada a los actos litúrgicos propios de esas fechas, actos que se celebraban con total solemnidad, pero con la ausencia de procesiones en las calles y de cofradías penitenciales.    

Las cofradías de Semana Santa nacerán al amparo de conventos de órdenes religiosas, según iremos comprobando, como reacción de Trento a la heterodoxia de la Reforma Protestante.

El estudio de la emblemática cofradiera nos lleva a identificar una simbología basada en escudos, sellos, pendones, estandartes, guiones, banderas etc, que intentan traducir simbólicamente su origen y cometidos, de reconocido valor para todos aquellos que conforman la realidad sociológica, antropológica, religiosa y cultural de la Semana Santa de Jaén, extensible a otras ciudades y pueblos de la geografía castellana y andaluza, con lo que ello supone en cuanto al valor de identificación y de pertenencia a cada una de las hermandades que se traduce visiblemente en un aspecto externo, el blasón correspondiente, que es exhibido con profusión en todas las manifestaciones cofradieras anteriores, así como las desarrolladas en la Semana de Pasión, en distintos enseres que componen el rico ornato de las hermandades penitenciales.

Alguna de las publicaciones sobre la Semana Santa giennense, reconocía el valor documental que representaba para el estudio de la Historia de las hermandades, tanto la sigilografía como la heráldica cofradiera, aspecto este último que se ha dejado en un segundo plano, cuando precisamente el factor aglutinante de cada uno de los que integran las hermandades de Pasión es el emblema que los caracteriza y diferencia a efectos formales y externos, con lo que la carga simbológica, antropológica y cultural es lo suficientemente importante como para concederle al menos, un estudio que fije las armerías de quienes pretenden extenderlas, propagarlas o defenderlas, por su inclusión, diferenciación y pertenencia a una hermandad que persigue unos fines determinados, compartidos por sus miembros integrantes.  

Consideraciones sobre heráldica cofradiera.

En un artículo sobre la Semana Santa de Baeza, publicado por la  Agrupación Arciprestal de Cofradías en el a_o 1997, aparecía un excepcional trabajo sobre heráldica cofradiera, del que únicamente lamentamos no conocer su autoría. En este estudio, se planteaban una serie de cuestiones trascendentales para el tema que nos ocupa, que por su interés, pasamos a extractar.

La Semana Santa vive días de renovación, con la participación creciente de nuestros ciudadanos, así como con el aumento de cofradías. Entre sus enseres, campean con derecho propio los escudos de las hermandades. Así, al servicio de esta transformación material, han llegado a aparecer dise_os renovados de los emblemas cofrades, algunos de los cuales se han ajustado a la realidad que deben reflejar, contribuyendo a una estética más depurada, así como al conocimiento de la verdadera historia cofrade.

Si bien la mayoría de los estatutos fundacionales los ignoran, los emblemas o escudos, debieron aparecer a la par que las cofradías penitenciales surgidas en el siglo XVI, aunque no necesariamente, las órdenes religiosas concedían su escudo a las hermandades fundadas a su sombra en esta primera época, sino que habrá que esperar al siglo XVII, cronología en la que estas órdenes  manifestarán su empe_o por lograr que las nuevas cofradías se identificaran con ellas, impidiendo con ello el que se produjeran cambios de sede.

Las hermandades, no pueden conformarse con el mantenimiento por costumbre de una versión determinada de su escudo. Deben recurrir a un estudio serio, para posteriormente fijarlo en un documento apropiado, como pueden ser sus estatutos. En el citado artículo, se hacían una serie de recomendaciones, que pasamos a detallar:

* Confección de emblemas que unifiquen la pluralidad de símbolos utilizados por las cofradías en sus diversos enseres.

* Inclusión en ellos de los motivos, ahora ausentes, aptos para describir el ser de las mismas.

* Paliar las impropiedades que se han producido, pues sus actuales blasones no son los más indicados para representarla.

* Se recomienda la adopción del contorno oval, propio de los escudos eclesiásticos.

* La corona real no debe emplearse por simples motivos estéticos, sino por concesión del propio rey o de la familia real. Cuando la corona quiere significar la realeza mística de Cristo o María debe aparecer junto al símbolo que los represente, y siempre dentro del escudo en sí; porque de aparecer como timbre, adquiriría la significación anterior.

* El escudo de la Ciudad, a_adido al cofradiero no resulta útil, ya que es común a todas las hermandades de una misma localidad.

* En el blasón deberían incluirse los símbolos que designen los lugares históricos de fundación y residencia de la cofradía, especialmente con el escudo de las órdenes que las acogieron.

* Las hermandades desgajadas de otra, deberían atestiguarlo con algún símbolo o pieza armera referida a su cofradía madre.

Recomendaciones que suscribimos en su integridad, ya que el fenómeno heráldico, en su conjunto provincial, ha perdido la identidad que debe caracterizar a esta manifestación simbológica, especialmente en nuestra capital.

Siguiendo a Ortega y Sagrista, las fundaciones cofradieras que se erigieron en Jaén entre los siglos XVI al XVIII, lo fueron en conventos de religiosos. De ahí que algunas hermandades usen todavía en ciertas localidades como distintivo, el propio de determinadas órdenes religiosas.

La anterior información, evidencia, lo que se echa en falta en nuestras cofradías, que en muchos casos han olvidado sus orígenes, desviando sus escudos identificativos, que se traduce tanto en la invención de blasones sin soporte documental o histórico, la imprecisión de los mismos en los libros de estatutos, en el mejor de los casos, faltando la preceptiva descripción heroica, con una indefinición de esmaltes, debido a que la mayor parte de los escudos están realizados sobre metal, madera o bordados, con las limitaciones que ello impone para la policromía, y en el caso de aparecer policromados, contraviniendo las más elementales leyes heráldicas al superponer color sobre color, o metal sobre metal, u otorgando un esmalte impropio para la pieza a destacar, ya que no se corresponde con el color preceptivo, que es alterado arbitrariamente en función del traje estatutario, así como por la escasa preocupación por los emblemas y escudos cofradieros, ya que tenemos constancia de que en la descripción que se hace de los mismos en los libros de estatutos, no se corresponde en un buen número de casos con el dise_o utilizado, así como por la diversidad de modelos armeros que se exhiben dentro de la propia hermandad en los distintos enseres.

Como solución para fijar los escudos identificativos de cada una de las hermandades, sería más que conveniente la elaboración de un dise_o heráldico en color, y otro en blanco y negro, con indicación de los esmaltes siguiendo el método heráldico de rayas y puntos, así como la descripción heráldica del mismo en los estatutos, para fijarlos definitivamente, sin que se pudiese producir a la postre, nuevas interpretaciones y desviaciones del blasón adoptado.

Este trabajo tratará de aproximar un aspecto, el heráldico, a la realidad de los elementos armeros de cada una de las distintas cofradías de la Semana Santa giennense, proponiendo en su caso algunos cambios, que entendemos son necesarios para identificar plenamente a cada una de las hermandades, en función de sus orígenes, devenir histórico y características pasionales alusivas a sus funciones,  recogidas en sus estatutos fundacionales, aunque estamos, por supuesto, a disposición de las cofradías para atender tanto cualquier manifestación de disconformidad, como sugerencias para proyectar conjuntamente su heráldica.
Para concluir esta introducción, debemos dejar constancia de un personaje característico en las cofradías, que tenía una total relación con lo heráldico. Nos referimos concretamente al cargo de Alférez, cuya misión era la de portar el pendón o estandarte de la hermandad. Llevar estos distintivos denotaba distinción, por lo que fue un cargo solicitado durante siglos por la clase hidalga. Solían gozar de determinadas franquicias, inclusive, el de disfrutar de capilla propia en la sede canónica de la cofradía, aunque su auténtico carácter se perdió en el siglo XIX.

Real Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración.

 

Orígenes:

Sus antecedentes más remotos hay que buscarlos en la Congregación del Santisímo Cristo de la Expiración, cofradía no pasional, fundada con fines benéficos en el Real Convento de San Francisco de Asís en el a_o 1761, aunque sus estatutos fueron aprobados años después en 1772. La imagen que presidía la hermandad fue costeada por la misma, obra, al parecer de José de Medina Anaya, ejecutada entre los años 1761-1762. La Cofradía se mantuvo como tal hasta la Desamortización de Mendizábal en 1836, pasando la imagen del Cristo de la Expiración a la parroquia de San Bartolomé hasta que en 1888, se fundó una nueva cofradía de Pasión por el entonces párroco don Eufrasio López Jimena, recogiendo la hermandad el historial de la antigua. Con posterioridad, Alfonso XIII le concedió el título de Real el 10 de abril de 1917.

Armas:

Una cruz griega hueca, fileteada de púrpura, engrosados los extremos de las traviesas, rellenos de tres clavos de sable, contrapuntados. En el abismo o corazón de la cruz trae el anagrama  J H S (Jesús Hombre Salvador), cimada la H en su travesaño horizontal por una cruz latina de una traviesa, todo de púrpura, simbología de la Sagrada Forma. Lleva por orla, rodeando los brazos de la cruz, una corona de espinas de sable.

Cimando la pala superior de la cruz, una corona espa_ola real cerrada, que se compone de un círculo de oro y pedrería, con ocho florones y ocho perlas intercaladas, cerrada con ocho diademas guarnecidas, también de perlas, que convergen en un mundo de azur, con un ecuador y un semimeridiano de oro, y sumado de una cruz de oro, forrada la corona de gules, por concesión de don Alfonso XIII del título de Real.

Los siglos XVIII y XIX coinciden en Heráldica con una etapa de abandono y dejadez que ha quedado especialmente marcada en los blasones eclesiásticos. Podemos pues observar, como en este blasón no se significa otro particular que los símbolos de la Pasión de Cristo, (cruz, clavos, corona de espinas), resultando de suma sencillez.
La particularidad viene marcada por el esmalte púrpura, como color litúrgico por excelencia. El timbre nuevamente nos indica el título de Real otorgado a la Cofradía.

Estrictamente, estas piezas participan más de características sigilográficas y vexilológicas, que heráldicas, al no estar enmarcadas en el contorno preceptivo, lo cual no ha impedido se utilice como emblema propio de la Cofradía, contorno que entendemos debía ser el oval, propio de la Heráldica eclesiástica en general, así como la corona real debería figurar fuera del blasón, como timbre.

De ser considerado por la Junta de Gobierno, sería aconsejable introducir algún símbolo relativo a San Bartolomé, como pudiera ser el propio sello de la parroquial, para así resaltar la vinculación de la Cofradía desde sus orígenes, con la iglesia que la acogió. También sería conveniente la adopción de la armería franciscana, compuesta así: En campo de plata o azur, la cruz del Salvador, delante de la cual se cruzan dos brazos humanos, uno desnudo, que es el del Salvador, y el otro, el de San Francisco, cubierto con la manga de su hábito, con ambas manos estigmatizadas, para se_alar el primitivo origen de la hermandad, bajo los auspicios de esta orden religiosa.

La composición resultante podría organizarse con dos blasones ovales acolados, con el cerramiento de timbre de corona real espa_ola cerrada, en cuyo caso, el escudo de la diestra, cortado, cargaría en el primer cuartel las piezas franciscanas se_aladas, dejando la segunda partición para la armería correspondiente a la parroquia de San Bartolomé; y el de la siniestra al completo, para reflejar la actual armería.

AA.VV.: Semana Santa en Jaén. Publicación del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Obra coordinada por don Manuel López Pérez. Córdoba, 1984, pág.12.
Ibídem, pág.187.

ANÓNIMO: “Heráldica de las Cofradías baezanas de Semana Santa. (Apuntes para su estudio y veracidad)”. Semana Santa de Baeza. Agrupación Arciprestal de Cofradías de la Semana Santa de Baeza, (1997), págs.16-20.

Para seguir un breve recorrido sobre la heráldica general, vid.: NICÁS MORENO, A.: Heráldica y genealogía en el Reino de Jaén. I.E.G. Jaén, 1997, págs.25-34. Sobre la heráldica eclesiástica en particular, vid.: NICÁS MORENO, A.: Heráldica y genealogía de los obispos de la Diócesis de Jaén. I.E.G. Jaén, 1999, págs.19-29.

ORTEGA SAGRISTA, R.: “ Historia de las Cofradías de Pasión y sus procesiones de Semana Santa en Jaén”. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses (B.I.E.G.), núm.10 (1956), págs.13-14.

AA.VV.: Semana Santa en Jaén, op. cit., pág.203.

AA.VV.:  Expiración: Cien a_os de una Cofradía en Jaén (1888-1988). Estudio de ORTEGA SAGRISTA, R.: “Historia de la Cofradía”. Cofradía del Cristo de la Expiración, Jaén, 1988, págs.14, 26, 31-33 y 81.

COELLO, P.M.: Heráldica religiosa ..., op. cit., págs.73-74.

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