Cilazapril 5 mg hydrochlorothiazide 12.5 mg tablet

Alto Guadalquivir año 1984

 

EL PALIO

En ocasión anterior decíamos que se han perdido costumbres tradicionales, bellas costumbres que fueron gala de nuestras antiquísimas cofradías de penitencia.

Entre ellas citábamos como han desaparecido los palios exentos que se llevaban detrás de los titulares de cualquier procesión de Semana Santa, dando escolta al paso de Cristo o al de María Dolorosa. Los palios fijos en los tronos de la Virgen, en los llamados “pasos de palio” que se iniciaron en Jaén el año de 1928, son otra cosa, merecen un relato aparte.

Porque el palio tiene dos misiones fundamentales: el de dosel de honor, también llamado “de respeto”. O el de proteger la imagen en caso de lluvia durante la estación de la cofradía.

Ejemplos tenemos de cada significado, y en la misma hermandad la de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

13 de septiembre de 1800. El Ayuntamiento y el ilustre Cabildo de la Catedral están preocupados por la epidemia que afligía a las ciudades de Cádiz, Sevilla y otras. Se toman medidas para evitar el contagio, y entre las principales, pedir a Dios por medio de rogativas y procesiones generales que libre a Jaén del terrible azote. Y se acuerda que salgan en procesión las imágenes de Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de la Capilla, depositándolas en la Catedral para dedicarles una fiesta y que los fieles acudan a pedir la evitación del contagio.

Y el día 14 siguiente, la Virgen de la Capilla subió de San Ildefonso y entra en la iglesia de los Carmelitas Descalzos, donde Nuestro Padre Jesús está ya colocado en sus andas, en el lado del evangelio del presbiterio, con dos candeleros de tres velas de a libra cada una, y cuatro de media libra en otros tantos.

Procedente de la Catedral llega el ilustre Cabildo eclesiástico que preside su Señoría D. Luis Xavier de Garma y Moreno, chantre de dicha Santa Iglesia, y dos canónigos extravagantes. Y hechas las ceremonias correspondientes, se dispone que se inicie la procesión.

Primero sale Nuestra Señora de la Capilla, llevada en andas por diferentes capellanes, seguida del Cabildo, y detrás la sagrada imagen de Nuestro Padre Jesús en hombros de sus guizqueros, vestidos de nazarenos. En la puerta del templo es recibido Jesús por el maestro de ceremonias, con el único palio que llevaba el Cabildo, portándolo seis capellanes de la Catedral. Máximo honor que sólo se dispensa a ciertos prelados insignes y a los reyes en las solemnidades.

 

Las imágenes quedan en la Catedral durante nueve días en los que se les dedican las correspondientes fiestas “asistiendo de día y de noche un concurso de gente de mucha consideración”.

La ciudad se libra de la epidemia. Y Jesús Nazareno regresa a su convento, escoltado por el cabildo catedralicio y “su único palio” IN HONORE ESSE.

El palio es también un objeto útil y decorativo al mismo tiempo.

Junta de Gobierno de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, 21 de febrero de 1832. Se reúne en la casa morada de su gobernador don Antonio Fernández Villa Santa, el cual dice que había advertido que estaban muy raspadas y raídas las varas del palio de Nuestro Padre Jesús por donde las habían usado los guizqueros, proponiendo volverlas a componer para el Viernes Santo. A lo que se contestó, después de varios discursos, no tocar a ellas por no haber fondos disponibles, cuanto porque todos los años sucedería lo mismo “con el mucho trabajo de dichos guizqueros en subir y bajar el palio siempre que ocurre llover durante la procesión”.

Es el fin práctico de los palios: preservar de la lluvia a las imágenes en la calle mientras hacen su recorrido penitencial.

El uso del palio en las procesiones de Pasión es tan antiguo en Jaén como el origen de las mismas. En los Estatutos de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, primera fundada en Jaén, el año de 1541, al tratar de la procesión de disciplina, dice que al final de ella irá “la imagen de Nuestra Señora Madre del Crucificado Redemptor Nuestro puesta de pies en unas andas, cubierta de un manto negro, y un palio encima”.

Después, estos palios de respeto van detrás de las imágenes titulares, como se comprueba en la Cofradía de la Vera Cruz a comienzos del XVII, y en el XVIII en el que hay “hermanos palieros”, como los había de azote, de luz y guizqueros, y hasta bastoneros.

El 23 de febrero de 1784 –hace dos siglos- el gobierno de la Cofradía de Jesús Nazareno admite por cofrade a Manuel Delmo para vara de palio de la Virgen, en lugar de Francisco Moraña. De hecho, pues, existe un “cuerpo de hermanos palieros”, como se comprueba en un acta de 21 de marzo de 1790 en que la misma Hermandad nombra por “gobernador de palios” al referido Manuel Delmo. Porque en la procesión de Jesús figuran dos palios de respeto uno detrás del Nazareno, y otro que escolta las andas de la Dolorosa. Por lo que en 9 de mayo de 1790 se eligen para las varas de palio de la Virgen a Alfonso Morales y a Manuel Martínez.

Y el 15 de febrero de 1795, “atendiendo al mérito contraído por el hermano Salvador de Leiva, en los muchos años que ha servido a esta Cofradía, se acordó se le jubile de la vara de palio y se le den las gracias”.

De aquí se deduce que para ser hermano paliero había que poseer ciertas condiciones físicas y de agilidad, y si las perdía, se le daba de baja. Nos lo dice el acta de la Cofradía de Jesús fechada en 12 de febrero de 1804, en la que se expresa la necesidad que hay de cofrades para vara de palio, y se elige para tal a un mozo “por su robustez y corta edad”.

Los Estatutos reformados de la Congregación de la Santa Vera Cruz de 1861, en artículo 19, decían que los cofrades podían ser guizqueros que satisfacían por anualidad diez reales y otros que llevaban las varas de los palios o eran hermanos de luz, pagando ambos doce reales de cabo de año.

Los palios de honor o de respeto se han usado en nuestras procesiones hasta los años treinta de este siglo. Los hemos visto y los recordamos.

Las ilustraciones gráficas que acompañan a este trabajo son testigos de aquella costumbre, signo de distinción y de reverencia.

Veo la maravillosa, impresionante salida del Cristo de la Expiración, después de hacer estación en la Catedral, a pleno sol, bajo el relieve asuncionista de la puerta del Perdón, a las tres de la tarde del Viernes de Agonía, escoltado por un piquete de gala de la Guardia Civil, levantados los faldones del “carro” para que los hombres divisen la escalinata de la lonja. Flores, guardabrisas, morados nazarenos, y detrás, el palio de honor, de cuatro varales y caídas de terciopelo violeta y flecos dorados.

O la humildad de Nuestra Señora de los Dolores de las Siete Escuadras, a las cinco menos diez de la tarde, que pasa ante el Palacio Provincial, con su corona de rosas, sus tulipas con prismas de cristal que tintinean en el silencio reverente de la multitud, y su enorme corazón de siete puñales. Y tras Ella el palio negro, altísimo, de seis varas...

O también a Nuestro Padre Jesús Nazareno, que regresa a la Merced en la mañana del Viernes Santo, cargado con su pesadísima cruz, incrustada de oro, con sus bombos de cristal en las esquinas del trono, recogiendo el amor emocionado de su pueblo, que lo adora y respeta, como ese palio de brocado que le sigue, que le llevan seis hermanos palieros con túnica de estatutos.

Por último, la Soledad de San Ildefonso que sube por la calle Ancha, luciendo su belleza serena y su manto negro bordado en sensacional realce de oro, la corona de espinas y el pañuelo de blonda en sus preciosas manos. Es la tarde triste del Santo Entierro, cuando los últimos rayos del sol poniente son todo un símbolo, y el bosque de blancos cirios no se ha encendido todavía en el paso de la Real Señora. Divisamos detrás el palio de terciopelo, de bambalinas rectas, que sostienen seis seminaristas con roquetes rizados, impolutos...

Es nuestra Semana Santa antigua, en el recuerdo imborrable de aquel Jaén amado...

 

Rafael ORTEGA SAGRISTA

Cronista de la Expiración                       y del Instituto de Estudios Giennenses

Acceso Usuarios